Luisa Ruis Moreno et María Luisa Solís Zepeda (eds.), ‘ENCAJES’ DISCURSIFS [ENCAJES DISCURSIVOS], Etudes sémiotiques, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Séminaire des Études sur la Signification, Ediciones de Educación y Cultura, Mexique, 2008

Sébastian M. Giorgi

CeReS, université de Limoges

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Mots-clés : dialogisme, discours, intertextualité, métaphore, métissage

Auteurs cités : Raúl DORRA, Verónica ESTAY STANGE, María Isabel Filinich, Roberto FLORES, Jacques FONTANILLE, Gérard GENETTE, Algirdas J. GREIMAS, Rita Catrina Imboden, Luisa Ruiz Moreno, María Luisa Solís Zepeda

Plan

Texte intégral

0. Presentación

Las investigaciones reunidas en este libro han construido una metáfora discursiva a partir del término ‘encaje’. Por desgracia, no existe una equivalencia en francés ya que se trata de diferentes sememas amalgamados en un mismo lexema español; en francés se utiliza ‘emboîtement’, ‘ajustement’ y ‘dentelle’ para describir el mismo objeto o fenómeno. Según esta noción, el discurso podría verse como una tela sin trama ni urdimbre y, al mismo tiempo, como proceso que organiza sus fragmentos en una cavidad constitutiva.  Siguiendo tales reflexiones, observar semejantes cualidades promete enriquecer el estudio de textos y el análisis de prácticas discursivas.

Los miembros del Programa de Semiótica y de Estudios de la Significación se dieron la tarea de reflexionar sistemáticamente sobre una metáfora que se les impuso, de manera más o menos espontánea. Sentados junto a una ventana con cortinas de  encaje, surgió la idea según la cual el discurso era como un encaje.  Fue evocada la etimología de la noción de texto, tanto desde la perspectiva de una semiótica general –como lugar de manifestación del discurso- cuanto desde la lingüística –como espacio acotado de la lengua en proceso-. Se obtuvo así: ‘tejido’ y sus filiaciones, ‘malla’, ‘trama’, ‘red’, ‘urdimbre’; denominaciones ya  estabilizadas en virtud de su capacidad expresiva.

El surgimiento del término encajes como denominación de nuevas y precisas reflexiones ejerce su poder innovador. Es por ello que se ha decidido mantener el término español (en la versión francesa de este artículo), luego de intentos infructuosos de traducción debido al encuentro de dos sememas: a) acción y efecto de encajar y b) encaje como tejido o labor de costura.  En los dos casos hay una finalidad ornamental, de embellecimiento.

De cualquier manera, la dificultad de su traducción es una prueba de la capacidad heurística del simulacro  encaje discursivo para indicar –en una sola unidad- la complejidad de un proceso diversificado y convergente y, también, de un modo de ser inherente al discurso: ser para el parecer, y parecer ante la mirada de otro.  

1. El hueco y el ajuste (Luisa Ruis Moreno)

Luego de haber construido el simulacro encaje discursivo, se advierte que el discurso se comporta  -y se muestra - como un tejido de mallas que puede ser descrito según dos rasgos: i) hueco y ii) ajuste (rasgos implicados en el término encaje ya que este último reúne dos vertientes semánticas diferentes).

Considerando el discurso como objeto denominado encaje, podemos entonces decir que es sostenido por una estructura elemental y generativa de carácter sincrético puesto que se compone de dos órdenes heterogéneos: i) una estado, aquel que produce el hueco y ii) una acción, aquella que produje el ajuste (más precisamente la técnica del ajuste).  Centrada en (y hecha por) el cuerpo del sujeto, una tal organización es siempre amenazada por los riesgos del azar y las fallas que el afán del bien hacer no pueden conjurar, incluso si ella sigue los patrones de un modelo subyacente.  El deseo de completar lo que el sujeto hace –tanto el discurso dirigido a sí, como el discurso para la mirada del otro- y el deseo del sujeto de completarse a sí mismo, comprometen una dimensión ética.  Una ética (contenida en una axiología comunitaria) que las formas de lo sensible transforman en una inteligencia estética.

Si consideramos el discurso como un acontecimiento encaje, es decir: en tanto que fenómeno de la percepción que incluye al sujeto que hace percibir, entonces la estructura elemental que la representa es de carácter tensivo.   Así, un encaje semio-discursivo se representa con el aura de una tonalidad estética, como un objeto destinado a ser admirado.  La característica decisiva es de este discurso es que la admiración deviene una condición previa de la percepción.  El plano de la expresión, donde el discurso-acontecimiento se manifiesta, adquiere para ello una gran preponderancia; y ostenta una superficie no compacta pero ensamblada con una experticia fuera de lo común.  Luego de un acierto estupor, se lo percibe como un espacio hacho de zonas vacías y de zonas llenas; superficie que proviene de un proceso generativo que opera según un combinatoria, produciendo un desarraigo y una raigambre de elementos constitutivos.  Y mientras esta propiedad de incorporar y des-incorporar se aprecia mejor en la extensión,  se proyecta, de igual modo, en la profundidad; produciendo el efecto de un abismo hundiéndose  en el vacío. Sin embargo, el equilibrio tensivo –de la dinámica constitutiva y la oposición de las dos zonas contrarias que tal dinámica arroja como resultado- ofrece la impresión referencial de la oquedad contralada en un vano, hueco que la representa y que hace ver en su lugar de esa nada absoluta otras representaciones en perspectiva.

Constituirse como un encaje con la intención de mostrarse como tal, es una propiedad inherente a todo fenómeno semiótico; una suerte de competencia a la cual recurre la propia dinámica discursiva por una necesidad imperiosa que –según su intensidad- hace más o menos   tónica esa ostentación.  Inasible necesidad del discurso (¿ley de reconocimiento no realizado?) para hacer de su destinatario admirador: sujeto otro, sujeto de pasión, objeto al  fin en la función actancial; sujeto que  -por la misma admiración- es puesto a prueba en su afecto y en su calidad de discernimiento.

2. El engaste del tiempo (María Isabel Filinich)

A menudo se dice que el discurso, tanto verbal como no verbal, se entreteje con otros discursos: a través de la alusión –directa o indirecta-, la parodia, la ironía, la cita, la reformulación, el comentario y tantas maneras diversas de convocar otras enunciaciones; el discurso toma así la forma de una compleja filigrana cuyos hilos se entretejen en un diseño.  Diseño que se muestra, consecuencia de su propia composición, y orienta la atención de quien  observa hacia esa zona cuya veladura le confiere una densidad inesperada.

En el caso del discurso literario, estas operaciones de encaje parecen no ser una excepción sino más bien la regla misma de su composición.  En particular, el relato contemporáneo, fragmentario, paródico y consiente del hecho  de que el discurso no puede sino alimentarse e otros discursos; exhibe formas diversas, tanto de vinculación con otros discursos como consigo mismo.

Al reconocer este fenómeno no podemos no evocar la ya clásica noción de intertextualidad, en tanto que absorción y transformación de un texto por otro.  Pero esta noción deja en la sombra ciertas facetas que la doble acepción de encaje permite explorar.  Se trata de ver cómo el discurso, al entretejerse con otros discursos, crea una oquedad, una profundidad (que puede ser temporal, espacial, afectiva, dicho de otra manera: semántica) que compensa su linealidad.  No sólo para articularlo con otros discursos sino también por generar –gracias a la articulación propiamente dicha- una zona de opacidades y de transparencias que proyectan nuevas significaciones sobre los pasajes de un texto afectado por este procedimiento.  En este sentido, la noción de encaje intenta poner de relieve, además, la operación que subyace tanto a la convocación de otros discursos como a la inserción, en un texto, de otras enunciaciones que le son propias pero que se sitúan en lugares inusitados.

El encaje podría explicar también ciertas interpolaciones temporales que, al desconocer la cronología y la causalidad, dan lugar a una profundización de la dimensión temporal cuyo análisis remite a dos aspectos de la temporalidad que Genette engloba b ajo los conceptos de duración y frecuencia; conceptos que se ocupan ambos des fenómenos de tempo o ritmo narrativos.

Mas  el mismo Genette advierte que la frecuencia de las interpolaciones y su maraña recíproca mezclan a menudo las cosas de tal manera, que a veces no deja resultado para el ‘simple’ lector, e incluso para el analista más resuelto.  Pedro Páramo podría ser un ejemplo de tal complejidad.  Complejidad que puede ser mejor comprendida por la noción de encaje temporal pues (página 16 del texto de Rulfo) en el diálogo entre Pedro y su madre, hay una inversión temporal; se coloca después lo que aconteció antes.  Se trata de un momento de la historia que es traído mediante una analepsis de gran alcance (en relación con la extensión del tiempo abarcada por la historia total que cubre el relato) y posee una amplitud reducida, pues comprende sólo el tiempo que ha durado el diálogo.

Pero lo más importante aquí es advertir que por efecto de estos movimientos de retrospección y de anticipación superpuestos, un mismo acontecimiento es objeto de dos tratamientos: i) uno, como vivencia y ii) otro, como evocación.  Más que remitir a una supuesta secuencia temporal, la ruptura del orden hace emerger otro tiempo que organiza la historia y que no es el tiempo secuencial sino tiempo vivido.  Mediante esta operación del encaje, el discurso opera así la fusión de la distancia temporal –con la carga de sentido acumulado- y de la proximidad espacial- que mantiene inmarcesibles las sensaciones y percepciones–, resguardando así las vivencias.   Mediante esta inserción, en la linealidad del discurso, de otra voz y de otra perspectiva, el texto adquiere profundidad, dilata el tiempo y muestra el laborioso trabajo de la memoria.

3. (des) encajes (María Luisa Zepeda)

El encaje discursivo se puede encontrar de diferentes maneras, en diferentes instancias: i) como proceso generativo (en el nivel semio-narrrativo,  en el nivel de la enunciación y en el nivel discursivo), ii) como manifestación significante y iii) como efecto de sentido.  Para ver cómo opera el encaje tomaremos como ejemplo el fragmento de un documento del siglo XVII, intitulado Las 45 estaciones sacadas en limpio por Don Joseph Bruñón de Vertiz de los borradores que escribió de lo que en raptos oyó a Josepha de San Luis Beltrán.  Durante dos años y medio, Buñón transcribió los raptos místicos vividos por Josefa.  En efecto, él fue secretario y testigo del comportamiento de la beata; y todo lo que sabemos de este singular caso es gracias a él, y a los testimonios de otros ciudadanos que participaron en el juicio de Josefa ante el tribunal del Santo Oficio de México.

Lo peculiar del caso reside en que Josefa, durante sus arrebatos, reproducía diferentes voces en (o desde) su cuerpo que simulaban diálogos, entre diversos personajes.  Además, durante los arrebatos, Josefa interpelaba a los espectadores haciéndolos participar del diálogo.

Este fenómeno pertenece a un singular proceso generativo en el que se van tejiendo y encajando diferentes sistemas de valores, enunciaciones, espacios y voces que se ciñen y se muestran a un público en (y mediante) un cuerpo.  En una sola manifestación significante se presenta la heterogeneidad (de puntos de vista, de enunciaciones, de voces), la aglomeración (de voces que emergen de un solo cuerpo), la tonicidad y la ostentación (el acto que se ofrece a un público espectador).

Al mismo tiempo, este discurso –en su inserción en la vida social- produce un extraño efecto de sentido, un efecto de desencaje. Y es por esto que deviene un discurso-frontera, pues no respeta el modelo general de otros discursos normalizados (entre los que está inserto), pierde su lugar.  Hay que recordar que el discurso de Josefa comparte tanto características del misticismo español de siglo XVI, como características del discurso de posesión demoníaca (XVII-XVIII).

Este discurso se presenta plenamente como un (des)encaje pues al constituirse como una especie de tejido singular, un entre dos que no sigue el dechado, se vuelve un encaje exótico, extraordinario, que se sitúa entre lo imposible y lo prohibido -y es, en ese sentido, monstruoso.

El discurso de Josefa no es la simple suma de otros discursos, es la expresión de ambos, de sus necesidades comunicativas y del lugar que ocupan en el mundo.

4. El encaje al desnudo o la seducción de la ausencia (Verónica Estay Stange)

Si seguimos la lógica de la poética de Mallarmé, haremos una asociación entre el músico y la figura del poeta, entre la música en general y la poesía.  Esta equivalencia nos remite inevitablemente al poema y al proceso de creación, que es, al mismo tiempo, un proceso de abolición. Ya que, como veremos, la figura del encaje abolido es una metáfora del poema. Abolido en la duda del Juego Supremo, este texto-encaje permite entrever el mecanismo complejo de una ficción consciente de sí misma y de la nulidad que la instaura.

A partir de la puesta en evidencia de este procedimiento autorreferencial, el presente trabajo explora la posibilidad de concebir una poética del encaje que, –sugerida por la poesía y la poética de Mallarmé- permitirá hacer del encaje un concepto teórico operativo para el análisis de ciertos textos cuya característica principal sería la puesta al desnudo de la forma que los constituye, y de la ausencia sobre la cual esta forma se funda.

La poética del encaje estaría caracterizada por la puesta en evidencia de procedimientos formales subyacentes al texto, de modo que éste aparecería como  una trama auto-suficiente, lógicamente anterior al universo referencial instaurado.  Desde el punto de vista enunciativo, este efecto encaje supone la desaparición de marcas de la enunciación para hacer del discurso un objeto autónomo, sin sujeto-enunciador representado.  Desde el punto de vista temático, la clave estaría dada por una auto-referencialidad en virtud de la cual el discurso vuelve sobre sí mismo para hacer de lo enunciado un proceso contemporáneo al acto de la enunciación.

Por otra parte, en el nivel prosódico-sintáctico, el texto-encaje construye un sistema de sonoridades y de referencias gramaticales internas que – a través de una tensión constante entre lo esperado y lo inesperado- devela el entramado que sostiene al discurso, concebido como un juego donde se entretejen la forma y el sentido.

La poética del encaje aquí sugerida estaría fundada sobre una poética de la lucidez; esto es, sobre una reflexión –de carácter sistemático- acerca del lenguaje y los procedimientos convocados.  Es por ello que hemos escogido como ilustración de esta propuesta a un autor caracterizado por un trabajo consciente y razonado sobre las palabras, y situado en una perspectiva en la que poética y meta-poética se confunden.  Así concebido, el texto-encaje sería, pues, una puesta en abismo, un juego de espejos cuya esencia no es más que el espacio vació entre una imagen y otra, o –como sabemos  del lenguaje- una pura negatividad.

5. El encaje poético: estrategias para una doble lectura. A propósito de un soneto de Alfonsina Storni (Rita Catrina Imboden)

La noción de encaje no es solamente una figura que sintetiza de modo ejemplar la idea de intertextualidad y de dialogismo en el texto literario; también pone en relieve la gran importancia topológica del poema para la interpretación, es decir: el rol significante que juega la organización de los fenómenos sensibles (fónicos, métricos e incluso visuales) en el espacio textual físico ya que apunta a la organización de los elementos semánticos.  El poema no es una superficie continua, no forma una textura homogénea; al contrario, sobre la superficie elabora un objeto de arte que rompe la continuidad al instaurar un ritmo y una sonoridad propios, únicamente válidos para un texto concreto.

Es esta ruptura de lo uniforme y de lo homogéneo la que logra abrir el texto hacia una profundidad, y en ese diálogo entre la tela de fondo homogénea y la retícula heterogénea, entre el eje dominante y los desvíos de este eje, que se  funda el sentimiento propiamente poético, la ambivalencia de la palabra poética.  El encaje textil y el poema, ambos, imitan el tejido y rompen la superficie lisa para dejar entrever otro(s) texto(s), u otras maneras de establecer relaciones significantes.  Además, al recurrir al encaje para explicar ciertos fenómenos poéticos, nos hemos percatado de tres características del discurso poético: i) la importancia del aspecto sensible pues hace posible una aprensión impresiva del objeto estético; ii) la importancia de la topología textual, en tanto que la organización de fenómenos sensibles da cuenta –al menos hasta cierto punto- de la distribución de contenidos semánticos en el espacio textual; y iii) la importancia de la relaciones intertextuales para la creación de un discurso nuevo, inédito.

Hay que admitir que la comparación entre encaje y discurso poético es limitada, pues el encaje carece de contenido semántico y de una dimensión simbólica equiparable a la del discurso verbal; además de depender en un grado mayor del contexto (el vestido, la piel del cuerpo, et.) para desplegar sus efectos de sentido.  Sin embargo, se puede observar en el arte textil algunos componentes muy afines con la poesía, a diferentes escalas:  la repetición y la variación de los elemento en el interior de una unidad relativamente autónoma (un cuadrante, una unidad estrófica); la alternancia rítmica y la medida del verso o de la línea; la inversión de motivos (la rosa del encaje mira una vez a la derecha, una vez a la izquierda) o de la evaluación de contenido; el orden simétrico de las puntillas del borde o de la rima, etc.

La seducción del poema storniano reside, pues, en el sutil tramado de diferentes niveles textuales –fónico, métrico, morfosintáctico y semántico- es decir, del juego textual.

La escena bíblica se desdobla en dos escenarios superpuestos, produciendo un roce entre ambas versiones, muy parecido a la que produce el encaje  sobre la piel. Este efecto estético es resultado de una doble lectura, oscilante entre el mito bíblico y la imagen inédita  del poema en la cual el yo poético deviene un sujeto de la contemplación; osea, un sujeto estéticamente competente.

6. Prácticas del encaje (Raúl Dorra)

En el estudio intitulado Descripción, María Isabel Filinich analiza un fragmento del texto “Fotografía junto a un tulipán”, en el que  el poeta José Carlos Becerra evoca experiencias de su infancia, y trae al presente el recuerdo de ciertas reuniones familiares, en la casa de su tía.

Hacia fines de 2006, motivado por el hecho de que durante los Seminarios de Estudios de la Significación se estaba desarrollando un módulo dedicado a La construcción del objeto, Roberto Flores escribió un artículo en el que vuelve sobre el mismo fragmento “Fotografía junto a un tulipán”, con el fin de analizarlo desde otras perspectivas y utilizando otro modelo.  Publicado bajo el título “Construcción y deformación del objeto”, dicho artículo está dedicado a María Isabel Filinich; no solamente en un gesto de cortesía sino  también para indicar la manera según la cual articuló su análisis con aquel realizado por la autora. Nos situamos así frente a una elección deliberada del mismo texto-objeto, para incorporar un nuevo ángulo desde el cual emprender su análisis sin perder de vista el anterior.  Advertimos que estamos ante dos visiones diferentes del mismo objeto, es decir: un análisis contiene (y al mismo tiempo es contenido por) el otro; nos encontramos frente a una estructura compleja, compuesta de mutuas remisiones y de mutuos ajustes.  Ahora leemos un texto a través de otro texto, reformulándolo, como si se tratara de un encaje tendido sobre el cuerpo del otro, un cuerpo que ha creado una nueva mirada, nuevas estrategias de lectura.

Pensando en su primera acepción, como encajadura –una cosa al interior de otra-, esta forma de encaje tiene una función práctica ya que se trata de construir, de sostener, de asegurar, de persistir, de ser en el mundo. Pensando en la segunda acepción, como labor textil, el encaje tiene una función estética: velar, deformar, quitar su consistencia y desvanecer lo que sostiene; en suma: construir un parecer donde el vacío no es una falta sino por el contrario un exceso, en todo caso un lujo.  En el primer sentido, el encaje se asocia con la fuera y la resistencia; en el segundo, con la fragilidad y el refinamiento.

Acaso estas cualidades y funciones del encaje puedan hallarse en el discurso.  En su función práctica, comunicativa, el discurso está siempre intentando reunir y ajustar ya que el sujeto se siente asaltado por el temor –más bien la certeza- de que su habla se desajusta, abre vacíos, elabora incertidumbres que quiere cubrir o alejar; habla en la busca de formas eficaces de anudamiento.  Por otro lado, en su función estética, el discurso tiende a crear –a través de formas significantes- la percepción (¿la ilusión?) de suscitar apariciones de lo evanescente, de construir vacío mediante los cuales se entrevé algo que está en fuga; las palabras sugieren que frente a nuestros ojos se desarrolla una riqueza siempre en proceso de elaboración o en espera de ser descubierta.  

7. Discusión (Roberto Flores)

7.1 De metáforas y conocimientos

El encaje discursivo no constituye la culminación de una investigación sino que mira hacia el porvenir; no puede ser una conclusión ni el objeto de una conclusión sino la figura de un compromiso asumido: el de hilar y desplegar la metáfora para descubrir nuevas imágenes del discurso en sus vericuetos y los vacíos que traza en su decurso. El encaje no nos propone un algoritmo dotado de cálculos preestablecidos sino, más bien, plantea un problema cuya solución no tiene aún vías marcadas.  El encaje es una metáfora cuyas características iluminan con más precisión que otras figuras (el discurso como tejido) las propiedades generales de los sistemas semióticos que, de otro modo, permanecerían en la oscuridad.

El encaje discursivo se presenta como un discurrir que da cuenta de la sintagmática del lenguaje, no en términos de enunciado sino de anticipación y de espera.  Es una frontera situada en profundidad que deja entrever las articulaciones entre enunciado y enunciación, distancias temporales y espaciales, pérdidas y adquisiciones de identidad actorial, sensible e inteligible. Posee un anclaje propioceptivo en un cuerpo sujeto a torsiones y deformaciones que invita  al tacto.  Ornamento inútil pero esencial, es un velo que cubre al tiempo que revela: atributos centrales del lenguaje.

La metáfora científica es contractual: propone una manera de ver; es un gesto bello que inaugura un discurso: se proyecta hacia adelante; no es mero registro pasivo: figura del poder-ver; competencia ineluctable del poder-pensar: concretización de la inventio.

Si toda metáfora está condenada al estereotipo, no es por ello su destino es ineluctable.  En la ciencia, la metáfora exige una selección para justificarse, mas esta selección inicial no es definitiva; puesto que si la metáfora es productiva, esto quiere decir que sus atributos adquirirán nuevos alcances: la figura se torna así una cantera conceptual.  Para sobrevivir, toda metáfora debe ser superada.

8. Reseña (Sebastián M. Giorgi)

Antes de finalizar la presente reseña, tuve el privilegio de conocer a Luisa Ruis Moreno en el marco de un seminario dado por ella misma, en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas.  El tema fue La cuestión del mestizaje en los lienzos de la iglesia de Santa Cruz, Tlaxcala.  El andamiaje teórico-metodológico que ella utilizó para el análisis fue más bien greimassiano, aumentado por la semiótica tensiva de Fontanille.  Me sorprendió la ausencia de la categoría ‘encaje’.  Incluso, cuando el debate se abrió, Luisa Moreno tuvo que pronunciar en voz alta la palabra ‘dentelle’, para entender el análisis que yo hacía, evocando el ‘hueco’ como consecuencia del ajuste entre diferentes discursos en su objeto de estudio (aquel de los originarios de México y aquel de los conquistadores europeos); para comprender mejor el esplendor sentido por el ‘sujeto visualista’.

La hipótesis para explicar semejante ausencia fue la de una cierta timidez latina: quizás sea algo difícil osar una nueva metáfora en la tierra donde nació la Escuela que cambió la historia de la semiótica… Otra hipótesis, esta vez  para explicar la eliminación de la vertiente semántica ‘encajadura’ en favor de la textil, fue la de una cierta concesión lingüística: para que la academia francesa acepte más fácilmente la catacresis propuesta en el libro Encajes discursivos.  Asociaciones no libres aparecieron; en efecto, la situación comunicativa limitaba la semiosis infinita… En virtud pues de un juego de de proyecciones e identificaciones con una civilización sometida por un dios blanco ignorante de su lengua, le expuse a la semióloga la necesidad de mantener el lexema en español; en este caso no como táctica lingüística  contra la estrategia de una cultura hegemónica, sino, más bien, en defensa de una semiótica plural, que se produce también en América del Sur, cuyas categorías son a veces intraducibles.  La solución más simple hubiera sido la utilización de ‘dentelle’, junto con la explicación de una confluencia de diferentes sememas en el mismo lexema.  Mas el riesgo era de mostrar una superficie lisa en lugar de develar gracias al vacío un espacio semántico complejo.  La falta atrae la atención, suscitando por lo tanto una concentración mayor hacia un constructo teórico difícil de aprehender.

Luego de una entrevista que ella me acordara para la radio web de la Universidad de Limoges, en el transcurso de la cual Luisa me relato con singular candor la manera de trabajo en las ciencias del lenguaje en México, la dimensión afectiva como condición de una cierta producción teórica grupal me pareció pertinente.  Es decir, no como un espacio donde hay diferentes valores regidos por una lógica fórica de encadenamiento sino, más bien, como una orientación hacia la solidaridad; necesaria, por ejemplo, para darse la tarea grupal de reflexionar sistemáticamente sobre la noción de encaje.  Antes que nada para que la diferencia no se vista como un motivo de fragmentación, amenaza o burla sino, por el contrario, como algo enriquecedor.  Veo –o creo ver- en el mestizaje propio de América Latina una condición de existencia favorable a la construcción de valores de universo, gracias al cúmulo de la mezcla y de la apertura.  Por el contrario, la Europa parecería estar más del lado de valores de lo absoluto ya que la selección y el cierre son operadores en vigencia en los discursos sociales hegemónicos.  Ello explicaría una cierta inclinación a la producción de teóricos ‘únicos’ cuyos adeptos practican el dogma de la semiótica, con horror a la mezcla.

Acaso la metáfora de encaje esté fuertemente relacionada a la de mestizaje, incluso una podría explicar a la otra ya que en el hueco producido por el ajuste entre diferentes culturas se abre un espacio intersticial, más de encuentro y participación que de sumisión a un Otro, ya sea un líder, una teoría, una Escuela.