Son tiempos bien difíciles los que el mundo está viviendo, debido a la pandemia causada por la expansión global del COVID-19… Sin embargo, existe otra pandemia, bastante letal, tal vez mucho más nociva que la generada por el COVID-19: la corrupción. Un mal que acecha, corroe el espíritu humano y tiene consecuencias catastróficas en el campo moral. Desigualdad e insolidaridad son consecuencias nefastas de esta pandemia, que proviene del apetito voraz del ser humano, a satisfacer conveniencias y necesidades personales.
El comentario del escritor colombiano José María Vargas Vila “La corrupción del alma es más vergonzosa que la del cuerpo” nos lleva a repensar sobre el asunto, evaluar con responsabilidad el alcance de este “monstruo” que ha impedido que se consoliden sociedades decentes y que sigue fracturando los tejidos sociales.
La corrupción ha incentivado un individualismo perverso que sacrifica la justicia social. Lo más aterrador es que, pese a su grado de letalidad, las acciones emprendidas desde el punto de vista institucional, sobre todo en los países en vía de desarrollo, han sido insuficientes. Esa es la gran tragedia en la mayor parte de los pueblos. Los datos elaborados, en los últimos años, por Transparencia Internacional son alarmantes, en especial, los referentes al “Índice de Percepciones de la Corrupción”. En la mayoría de estos países, encontramos una desconfianza enorme frente a la pulcritud en el manejo de los recursos públicos, la privatización de los servicios públicos esenciales y la falta de responsabilidad en el ejercicio del poder.
La administración de justicia como institución no ha logrado erradicar la corrupción. La cuestión no es sencilla a la hora de estudiarla, debido a la complejidad del fenómeno que cada vez se agrava más con el contubernio que se ha dado entre lo público y lo privado: ausencia de controles notorio frente a los contratos que se dan entre entes estatales y algunos particulares que, por razones políticas y económicas, han logrado que se fuguen recursos públicos a gran escala, además de pulular favoritismos que terminan por ahondar la desigualdad y potenciar el crimen organizado… Lo que más desconcierto causa es cuando la justicia resulta cooptada desde distintas instancias del poder… terminando por proteger, muchas veces, a quienes zarpan los recursos públicos…. impávida y desconectada de la sociedad, presa de un estado fuerte que restringe libertades con frecuencia y expresión clara de estados débiles en la atención de derechos sociales y cumplimiento de sus fines esenciales.
Este séptimo número especial de la revista TraHs tiene como objeto hacer un diagnóstico y proponer posibles soluciones frente a la corrupción… exigir del Estado y sus instituciones respuestas más claras para combatirla… planteando los posibles dilemas y desafíos contemporáneos en el ámbito de la justicia.