Reajuste de género: experiencias de internamiento de mujeres jóvenes en la Casa Hogar de la Santísima Trinidad I.A.P.1

Leticia Sánchez García 

https://doi.org/10.25965/trahs.854

Este escrito tiene por objetivo analizar el reajuste de género de un grupo de mujeres jóvenes que viven en calidad de internas orientado al modelo de mujer que propone La Casa Hogar de la Santísima Trinidad I.A.P. Para su análisis retomé las categorías género, estigma, cautiverio, instituciones de encierro y agencia. En términos epistémicos, reflexioné sobre mi papel como investigadora y metodológicamente elaboré la trayectoria de internamiento. Asimismo, realicé entrevistas a diez jóvenes, dos religiosas, una educadora y una psicóloga de la institución complementadas con trabajo etnográfico. Centré el análisis en el encierro, la ritualidad católica y las percepciones a futuro donde sobresalen respuestas de asimilación, aceptación y rechazo. En el primero, el disciplinamiento se materializa en el cuerpo de las jóvenes a través del cual se transmiten una serie de valores asociados con el deber ser femenino. Mediante la ritualidad católica se transmiten preceptos católicos femeninos donde hay diferentes respuestas de las jóvenes y expresiones de la agencia. En las percepciones a futuro se materializa el modelo de mujer contemporáneo que propone la casa hogar: mujeres que estudien, aspiren a una clase media y en un futuro, contraigan matrimonio. Así, mediante las experiencias de las jóvenes –las cuales presentan diversas tensiones y ambivalencias- es posible analizar los ajustes de género que se inclinan a un modelo de mujer específico que conjuga aspectos educativos, de clase y católicos.

This paper aims to analyze the gender readjustment of a group of young women living as interns oriented to the woman model proposed by La Casa Hogar de la Santísima Trinidad I. A. P. For the analysis I used the categories of gender, stigma, captivity, confinement institutions and agency. In epistemic terms, I made a reflection of my role as a researcher, and methodologically, I elaborated the trajectory of internment. Likewise, I conducted interviews with ten young people, two nuns and a psychologist of the institution, and I complemented with ethnographic work. The analysis is focused on the confinement, the Catholic rituality and the perceptions of the future where responses of assimilation, acceptation and rejection stand out. In the first one, the discipline materializes in the bodies of the young women through which a set of values associated with the duty to be feminine. Feminine Catholic precepts are transmitted through Catholic rituality, where there are different responses of young women and expressions of agency. In the perceptions of the future, the contemporary woman model proposed by the Casa Hogar is materialized: women who study, aspire to a middle class, and in the future, get married. Thus, through the experiences of young women -which present diverse tensions and ambivalences- it is possible to analyze the gender adjustments that weight towards a specific woman model that combines educational, class and Catholic aspects.

Índice
Texto completo

Introducción

Note de bas de page 2 :

La Casa Hogar de la Santísima Trinidad I.A.P., brinda dos modalidades de atención a mujeres con características específicas: la primera está dirigida a estudiantes mayores de dieciocho años con el objetivo de que tengan un espacio para vivir mientras realizan sus estudios en diferentes universidades o trabajan. Se le denomina “Residencia Social”. La segunda modalidad atiende a un grupo de jóvenes entre trece y diecisiete años que viven en calidad de “internas”.

La Casa Hogar de la Santísima Trinidad I.A.P., es una institución de asistencia privada de la congregación católica de las hermanas trinitarias ubicada en una zona urbana, de clase media en el sur de la Ciudad de México. Desde su exterior es posible apreciar altos muros y una entrada principal que en ciertos horarios está bajo llave, principalmente cuando las jóvenes internas están en sus descansos. En sus alrededores hay hospitales, institutos de investigación médica y social, centros comerciales, tiendas de autoservicio, establecimientos de pequeños comerciantes, transporte público, instituciones de asistencia social, órdenes religiosas, universidades privadas y públicas además de residencias habitacionales. Entre las modalidades de atención que brinda a mujeres2, destaca aquella dirigida a jóvenes entre 13-17 años de edad que se considera están en “riesgo social”, esto es que viven en situaciones de vulnerabilidad por contextos de exclusión, pobreza, violencias en sus hogares (psicológica, física, sexual), entre otros y así mediante el internamiento “dignifiquen” sus vidas.

El objetivo de este escrito es analizar el reajuste de género orientado al modelo de mujer que propone la institución, que vivieron un grupo de mujeres jóvenes que estuvieron en calidad de internas en La Casa Hogar de la Santísima Trinidad I.A.P., pues si bien existe un discurso religioso y social respecto a quiénes son estas jóvenes y la justificación de su internamiento; se construyó un estigma sobre ellas destacando dos principales causas de internamiento: por necesidad de control familiar y, por seguridad y bienestar personal -mismas que no son excluyentes-. En algunos casos, las jóvenes ciertamente viven en contextos que vulneran sus derechos fundamentales, pero también existen aquellas que, por trasgredir normas tradicionales de género (como la obediencia, pasividad y control sobre sus cuerpo) fueron coaccionadas por sus familiares para internarse. Estas vetas influyen en los significados que atribuyen a sus experiencias de internamiento.

En primer lugar, retomo la teoría de género, así como los conceptos de estigma, cautiverio e instituciones de encierro y la agencia para dar cuenta del estigma atribuido a mujeres que salen de la norma y son aisladas en instituciones que, en este caso, fungen como reajustadoras de género, ante las cuales no se comportan como entes pasivos, por el contrario idean estrategias que marcan sus experiencias de internamiento.

Posteriormente, en términos epistemológicos reflexiono sobre mi papel como investigadora, pero también como residente universitaria de la institución desde el conocimiento situado. En la metodología, me basé en lo que denominé trayectoria de internamiento que me permitió elaborar una guía de entrevista que apliqué en diez jóvenes que, en el momento de la investigación, estaban en calidad de internas. Después, ahondaré en el papel del disciplinamiento en las actividades cotidianas, centradas en el cuerpo y el discurso religioso de salvación -ambos orientados a modificar conductas, lenguajes y pensamientos. Dichos cambios son palpables en las percepciones a futuro que las jóvenes elaboran.

Continuaré analizando las narrativas de dos jóvenes que se retiraron de la institución una vez que concluyeron sus estudios de secundaria que mediante la narrativa de sí mismas señalan que de ser “malas mujeres”, pudieron cambiar logrando terminar su secundaria, una de ellas ingresará a la preparatoria y, ambas, tienen como aspiración cumplir el modelo de una mujer contemporánea. En otras palabras, los ajustes de género son palpables durante el internamiento y una vez que están por salir de él. En las conclusiones daré cuenta del modelo de mujer que propone la institución el cual se ve reflejado en las aspiraciones a futuro de las actoras.

Marco analítico: teoría de género y estigma

Note de bas de page 3 :

El género es un término que ha tenido múltiples significados: “el uso que se le ha dado al concepto varía mucho según la época, quienes lo emplean y desde que posicionamiento político e ideológico se le utiliza” (Asakura, 2004: 719).

La teoría de género3 abarca categorías, hipótesis, interpretaciones y conocimientos del conjunto de fenómenos sociales, económicos, históricos y políticos en torno a la diferencia sexual (Lagarde, 1996). El género es contextual, de carácter histórico y relacional. Tiene características que varían de una época y de un espacio a otro, en sociedades específicas y se relaciona con otras categorías de análisis, entre ellas clase, edad, religión, etnia, preferencia sexual, entre otras.

De acuerdo a Joan Scott: “El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales, las cuales se basan en las diferencias percibidas entre los sexos, y el género es una forma primaria de las relaciones simbólicas de poder” (Scott, 2008: 65). Ser mujer u hombre alude a construcciones socioculturales que organizan la vida social. Mediante el orden simbólico y las normas sociales de género, por ejemplo, el lenguaje, los símbolos y las prácticas, se otorgan valores diferentes a lo femenino y lo masculino. Con ello lugares y tareas de diferente índole. Son relaciones jerárquicas de poder en el que:

“…las instituciones y organizaciones que constituyen el campo social transmiten esos símbolos y valores normativos. En términos de Michel Foucault, se encargan de establecer ciertos órdenes y formas de comportamiento, y constatar que estas se cumplan: vigilar y castigar” (Asakura, 2008: 724).

En cuanto al concepto estigma, Erving Goffman (1998) señala que son aquellos atributos que generan descrédito en los individuos, lo que es motivo de rechazo social y, a su vez, determina lo socialmente aceptable. Se relaciona con los estereotipos en tanto lo que se espera de los individuos que, al no acatarse a las normas establecidas, producen indeseables diferencias. En el caso de las mujeres, hay una serie de valores en torno al deber ser femenino: pasividad, obediencia, entrega, entre otros.

Cuando mujeres salen de estos valores generan descredito, es decir son estigmatizadas y, en ocasiones, sancionadas. Este concepto permite explicar porque algunas de las jóvenes son internadas: tanto la institución católica y familiar tienen preconcepciones sobre ellas: por sus condiciones de vida o por sus acciones, se considera que no han tenido una “vida digna”. Estas jóvenes de alguna manera rompen con la reproducción de valores, normas y estereotipos de género, tales como la obediencia y la pasividad. En este tenor, aquellas jóvenes que ingresan porque están en condiciones de riesgo social –principalmente porque en sus hogares vivían violencia, el consumo y venta de drogas formaba parte de su entorno- también son estigmatizadas pues salen del modelo de familia contemporáneo.

Este etiquetamiento previo influye en que sean excluidas de la sociedad y, al mismo tiempo, incluidas en una institución donde la formación religiosa se inclina a cambiar este etiquetamiento previo orientado al ajuste de género

Cautiverio, internamiento y agencia

El encierro simbólico y material de las mujeres por su condición de género es definido por Marcela Lagarde como cautiverio: se conforma de la expropiación de la sexualidad y del cuerpo de las mujeres en sociedades específicas. Están privadas de la capacidad de decisión sobre sus vidas al estar obligadas a cumplir estereotipos rígidos del deber ser femenino en sus grupos de adscripción, orientados al cumplimiento de normas específicas de género: la entrega, el deber, la moral, la obediencia, la pasión, el amor, la capacidad de trabajo, la misión, son algunos de ellos.

Lagarde (2011) señala que las mujeres están cautivas porque están faltas de libertad, son oprimidas, consienten y defienden su opresión. Específicamente, el cautiverio de las mujeres presas –que en este caso alude al internamiento- es definido por la autora como una institución pedagógica de castigo, un espacio reservado para quienes no cumplen con la norma establecida.

En el encierro, los individuos están imposibilitados de actuar de acuerdo a sus concepciones individuales del mundo. Se caracteriza por las murallas, los cerrojos y las normas. Las mujeres que están en el encierro concretan la prisión genérica de todas, tanto material y subjetivamente:

“Como espacio concebido desde el poder que recluye, la prisión concreta la maldad, tiene como fin convertir en buenas a las malas mujeres mediante el castigo y la reeducación, y reparar así los daños que ocasionan” (Lagarde, 2011: 674).

En este tenor, Michel Foucault (2002) usa la categoría instituciones de encierro para ahondar en los métodos de castigo y vigilancia para controlar el comportamiento de los individuos en una sociedad dada. El cuerpo juega un papel primordial: es depósito de las técnicas de sometimiento, disciplinamiento y vigilancia. El confinamiento es la expresión materializada del castigo por haber roto las normas sociales y es ejemplo para aquellos que pretendan salir del orden establecido socialmente. Así, estos conceptos buscan explicar mecanismos de normalización social.

Las jóvenes que viven en La Casa Hogar de la Santísima Trinidad I.A.P., viven en una institución de encierro. Además, se considera que son mujeres que materializan el cautiverio simbólico y material al estar en calidad de internas. El castigo, la vigilancia y el disciplinamiento son características del encierro en el que viven. Por ello, es de suma importancia la transgresión de la norma, no la norma en sí; es decir, existen instituciones establecidas para sancionar la ruptura del orden social más allá de la violación o el hecho infringido. En el caso de algunas de estas jóvenes, la transgresión está anclada en la ruptura de los estereotipos del deber ser femenino. Además, las instituciones de encierro se valen de diferentes mecanismos para la normalización de los sujetos.

Así, la disciplina se refiere al “buen encauzamiento de la conducta”; tiene por objetivo “fabricar a los individuos” (Foucault, 2002). Se compone de la división de la mirada disciplinaria y la sanción normalizadora: castigos y privaciones menores. Conlleva una manera específica de castigar a lo que no se ajusta a la regla, se aleja de ella o se desvía: su función es correctiva.

La importancia de la disciplina en esta investigación se orienta a analizar los procesos de aceptación, rechazo y tensiones que viven las jóvenes durante su estancia en la institución. Es por eso que la disciplina juega un papel importante durante el encierro, principalmente en el ajuste de reglas. Estos son elementos que tienen como finalidad re-educar a las jóvenes que viven en esta institución durante un proceso que diferencia lo “bueno” de lo “malo”, lo “normal” de las conductas que son rechazadas socialmente.

Finalmente, el concepto de agencia se centra en la capacidad de acción que tienen las jóvenes que se encuentran internadas y en este escrito se retoma para analizar las diferentes respuestas, reinterpretación y significados al modelo de mujer que propone la congregación católica. La agencia se relaciona con la noción de acción auto-orientada, la voluntad humana, la motivación, la intencionalidad, la iniciativa, la creatividad y el sí mismo; que le da vida a sustancias pasivas e inertes. Así, la agencia remite a experimentar de diferentes maneras el mundo, y es hacia algo: personas, lugares, significados y eventos que los rodean. Por contraste, desde el punto de vista relacional se considera a la agencia como inseparable de la dinámica en el desenvolvimiento de situaciones:

“…agencia conlleva a ‘la participación de actores de ambientes estructurales diferentes que reproducen y que también transforman esas estructuras como una respuesta interactiva a los problemas planteados por situaciones históricas de cambio” (Emirbayer, 2010: 299).

Aproximaciones epistémico-metodológicas, técnicas de investigación y universo de estudio

Incluir un ejercicio autoreflexivo de mi papel como investigadora tiene como telón de fondo el interés que tuve por este tema. Siguiendo a Sandra Harding (2012), la producción del conocimiento no es neutral. Es decir, el o la investigadora está inmersos en relaciones sociales, por ende, existen una serie de normas y valores socioculturales que lo constituye como sujetos sociales y, de manera implícita, influyen en la producción del conocimiento científico.

En esta línea Birgit Riegraf y Brigitte Aulenbacher (2012) enfatizan en la necesidad de realizar un autorreflexión consciente de las investigadoras con el fin de evitar una parcialidad acrítica y una sobre identificación con las investigadas. Así, incluir un ejercicio autoreflexivo de mi papel como investigadora tiene como telón de fondo el interés que tuve por el tema: éste nació de inquietudes derivadas de mi estancia como residente social en La Casa Hogar de la Santísima Trinidad I.A.P., que, aunque se diferencia de la experiencia de internamiento de las jóvenes (tanto por los motivos de estancia en la institución como por la dinámica), en la cotidianeidad no era desapercibido el grupo de jóvenes internas.

La inmersión previa en el ambiente de estudio me permitió tener un conocimiento sobre la misión trinitaria con las jóvenes que viven en la institución y aproximarme a las y los diferentes actores que son citados en esta investigación. Fue precisamente la simpatía por el trabajo de las religiosas –aunque no profundizaré en ello, las religiosas también rompen con algunos esquemas católicos tradicionales, pero se ajustan a otros-, los disgustos experimentados respecto a los procesos de formación, así como los diferentes sentimientos después de conversar con las personas que integran esta institución los que me permitieron aproximarme parcialmente a sus realidades. Ello me permitió introducirme a la interacción cotidiana, la dinámica interna y las vivencias de los diferentes actores involucrados en el proceso de “dignificación”.

Note de bas de page 4 :

Con base en el enfoque del curso de vida (Blanco, 2011), elaboré lo que denominé trayectoria de internamiento. Ésta se compone de los siguientes elementos: el antes: contempla los motivos de internamiento de las jóvenes en relación con: a) problemáticas sociales como la violencia intrafamiliar, la situación socioeconómica y la pertenencia étnica; y b) la transgresión de normas de las jóvenes -entre ellos- el no asistir a clases y el abandono de estudios, el ejercicio de su sexualidad a temprana edad, el consumo de sustancias tóxicas, etc.; c) la institución representa un espacio de seguridad y desarrollo personal; el pre-internamiento: en él los actores secundarios juegan un papel importante, principalmente, la familia. Abarca desde la enunciación de la posibilidad de que la joven sea internada, el evento que determina su estadía, el conocimiento de la institución y la entrevista de ingreso realizada por el personal de la casa hogar -la religiosa y una psicóloga-, hasta el primer día que la joven vive en la Casa Hogar; el internamiento: las experiencias de las jóvenes durante su estancia en la institución se relaciona con los motivos de internamiento y diferentes elementos en la interacción cotidiana ya sea con las religiosas, compañeras, la formación escolar y religiosa, terapias y salidas los fines de semana –espacio temporal donde se espera apliquen lo aprendido en la institución y se plasmen los cambios en sus personas; y las percepciones a futuro.

En este estudio, el internamiento es visto como un proceso que viven las jóvenes y que forma parte de sus trayectorias individuales, marcadas por contextos específicos y por una sucesión de eventos que dieron virajes importantes en sus vidas. Su importancia radica en que las experiencias de internamiento de cada joven están determinadas por el significado que atribuyen a sus vivencias previas; en concreto, aquellas relacionadas con las causas que las llevaron a estar en calidad de internas. No obstante, dentro de la institución juegan diversos elementos para transformar a las jóvenes en “mujeres dignas”. Este proceso se le denomina trayectoria de internamiento4 de la cual, para este escrito, retomé el internamiento y las percepciones a futuro.

Note de bas de page 5 :

La educadora forma parte del personal que se encarga del monitoreo de la educación de los hábitos y supervisión las actividades de las jóvenes.

En cuanto a las técnicas de investigación, la metodología empleada es de carácter cualitativo. Se realizó entre los años 2012-2014. La técnica medular fue la entrevista a profundidad que se complementó con el trabajo etnográfico mediante la observación participante y el diario de campo; se realizaron de manera simultánea. Es decir, se triangularon diferentes técnicas de recolección de información. Se elaboraron dos guiones principales de entrevista semiestructurada, uno para las jóvenes que en el periodo de estudio se encontraban viviendo en la institución y otro para las religiosas. De este último se desprendieron dos guiones de entrevista modificados para informantes clave: una educadora5 y una psicóloga que forman parte del personal de la Casa Hogar. Se realizaron entrevistas y trabajo etnográfico registrado en el diario de campo. Se buscó la saturación teórica, es decir encontrar el mayor contraste entre las entrevistadas e información recabada.

Así, el universo de estudio se compone de entrevistas a diez jóvenes que tenían entre 13-19 años provenientes de los Estados de San Luis Potosí, CDMX, Michoacán, Estado de México, Oaxaca, Baja California, Guerrero y Puebla cuyo tiempo viviendo en calidad de internas abarca desde un mes a seis años que ingresaron por necesidad de control familiar, seguridad y bienestar personal. Se entrevistó a dos religiosas de 36 y 38 años, oriundas de Puebla y Baja California que habían brindado servicio religioso entre 17 y 20 años, una educadora y una psicóloga de 43 y 50 años, ambas de la CDMX. El trabajo etnográfico se realizó en el año de 2015. En la mayoría de los casos, los seudónimos fueron elegido por las actoras durante y posterior a la entrevista –en algunos casos no se pudo volver a entablar contacto-. La sistematización y codificación de los datos fue en el programa Atlas-ti.

Disciplinamiento y actividades cotidianas

La conversión de las jóvenes hacía lo considerado “ser mujer digna” -cuya definición varía de acuerdo al discurso institucional, religioso e individual de las jóvenes y religiosas- es vivida y experimentada en relación con su condición de género, su condición juvenil y la situación en la que sus cuerpos materializan esta experiencia. Asimismo, es un acontecimiento cargado de ambivalencias y contradicciones.

Las religiosas, la educadora y la psicóloga que están a cargo de la formación de las jóvenes señalaron que las emociones durante sus primeros días son de estrés, frustración, disgusto y angustia por el encierro. Primero, porque es un espacio en el que cambian las condiciones materiales y de vida antes de su estancia en la institución “extrañan desde su cama, su espacio, sus normas, las normas que ellas tienen en su casa” (psicóloga, 50 años, CDMX), además de que el cuerpo tiende a somatizar la vivencia, tal como lo señala una de las religiosas entrevistadas:

“Ay, muy difíciles sobre todo porque se enferman mucho de enfermedades emocionales. La primera semana hasta casi uno se enferma (ríe) porque empiezan con dolores de cabeza, gastritis, colitis, y todo lo que sea itis. Ya me desmayo, me falta el aire, entonces es muy difícil para ellas, porque, aunque están viniendo a un lugar que lo saben seguro, están perdiendo su seguridad que ya tienen en casa” (Sor Adele, 38 años, Puebla).

Durante el proceso de ajuste, los cuerpos de las jóvenes materializan el internamiento: somatizan las emociones, expresan los efectos del poder y las condiciones sociales, que tiene la capacidad de comunicarse mediante la enfermedad. Para Ramírez (2014) el cuerpo es un agente que tiene la capacidad de pensar y actuar negociando y renegociando su realidad.

En el caso de las jóvenes que ingresan por necesidad de control familiar, existen contradicciones entre su percepción de la casa hogar y sus emociones. Para Lucía, la Casa Hogar fue concebida como un espacio de encierro: le pareció fea, sintió escalofríos, pero “le gustó”; para otras jóvenes la experiencia la califican como “horrible”, “sentí gacho” incluso expresaron su dolor mediante el llanto, el enojo y el sentimiento de soledad: “Y después cuando me internaron aquí yo empecé a llorar, y toda la semana me la pase así como que “hijas de su pinche madre, ya me las voy a madrear” (Esmeralda, 17 años, CDMX).

Estos sentimientos están relacionados con la separación de personas con las que mantenían vínculos afectivos, así como los cambios en sus estilos de vida: recuerdan a sus amistades, su familia, sus parejas sentimentales; la televisión, el celular, “el red bull” además de que temían de que sus compañeras fueran a violentarlas dentro del espacio. La soledad es experimentada como la ausencia de un otro que brindaba sensaciones de seguridad; al desaprenderse de estos lazos afectivos, el encierro representa la vivencia de afrontar una situación en completa individualidad.

Por otro lado, el disciplinamiento –retomando a Foucault (2002)- alude al buen encauzamiento de la conducta de las mujeres con miras a su futuro como mujeres casadas, para quienes las tareas domésticas son fuente de valoración femenina. Constanza -joven que ingresó por la necesidad de control familiar- señala el discurso de disciplinamiento:

“…mantengan todo limpio porque, ¿qué va a pasar cuando te cases?, vas a tener hecho un desastre, ayuda a la señora Marisol a preparar la comida porque a los hombres se les conquista por el estómago y “ah no, pues está bien, entonces en ese caso me voy a poner a cocinar”. (Constanza, 15 años, Michoacán).

Es importante observar cómo los cambios en los hábitos de las jóvenes se enfocan al ámbito doméstico-privado, abarcando las esferas de lo que se considera corresponde a la vida de una mujer joven. Esto incluye todas las actividades que realizan en la institución, con horarios para levantarse, bañarse, hacer el aseo, desayunar, lavar los utensilios de cocina, estudiar, comer, descansar, acudir a talleres, actividades deportivas y terapias, realizadas bajo la supervisión de las educadoras, las religiosas o incluso entre jóvenes que son asignadas como líderes. Estas actividades forman parte de una serie de reglas interiorizadas en la esfera cotidiana. En palabras de Ixchell –joven que ingresó por necesidad de control familiar- “aquí todo tiene su tiempo, sus órdenes, sus cosas” (Ixchell, 14 años, Estado de México).

Los rituales y la ritualidad son prácticas vinculadas con el poder y los poderes

“…además de relacionar a mujeres y hombres con los ámbitos de lo sagrado, lo divino, o lo sobrenatural, esas prácticas legitiman los poderes que les rodean, naturalizándolos y convirtiéndolos en parte de la ‘esencia’ de los sujetos y de las instituciones”. (Castañeda, 2014:51)

En este sentido, los preceptos religiosos se hacen presentes en la práctica cotidiana del internamiento que van desde bendecir los alimentos hasta la misa a la que asisten durante las mañanas, diariamente. Las jóvenes tienen diferentes respuestas a estas actividades que abarcan desde la aceptación por su carácter obligatorio, hasta el rechazo explícito.

Las causas de internamiento no necesariamente influyen en el agrado o desagrado de estas actividades porque, en el seno familiar se transmitieron diferentes creencias religiosas que se oponen o confluyen en este espacio religioso. Empero, las causas de internamiento sí influyen en la asimilación de las actividades que, en ocasiones, gradualmente, se van transformando en agrado. Por ejemplo, Zoé que ingresó por la búsqueda de seguridad y bienestar personal, al principió manifestó disgusto por asistir a las misas percepción que se fue transformando:

“Entonces, aquí es como ‘voy a misa’ al principio sí me aburría y le dije a Sor, ‘¿no hay forma de que no entre a misa?’ Y me dijo Sor, ‘no, tienes que entrar a misa’ Y yo, ‘bueno’. Y pues ahora ya me gusta la misa” (Zoé, 15 años, CDMX).

Para Paolini, que ingresó por el mismo motivo que la joven anteriormente citada, el contacto con la religión católica le generó tranquilidad y una sensación de apoyo que considera, le ayuda. Durante las misas, experimenta sentimientos de culpa y mejora: “Como que me siento muy bien al estar ahí con Dios y decirle ‘no, pues es que cometí esto, pero voy a mejorarlo. No voy a tratar, voy a mejorarlo” (Paolini, 16 años, San Luis Potosí).

Cabe señalar que su acercamiento con la espiritualidad católica comenzó desde su estancia previa en otras casas hogar. Ha llegado a sentir culpa porque no cree en la Virgen María, aunque sí en las demás figuras religiosas. Su experiencia como joven migrante que vivió en San Luis Potosí permite comprender su bagaje cultural respecto a creencias religiosas, ya que cree en “El señor de Saucito”, que de alguna manera alude a una expresión de identidad y arraigo. Si bien, Paolini expresa su gusto por la espiritualidad y se muestra como una mujer joven que decide sobre sus creencias, hay tensiones en torno a la culpa por no adecuarse a las creencias que tiene la institución. Este sentimiento se caracteriza porque tiene como telón la falta de identificación con una figura religiosa como lo es la Virgen María.

Note de bas de page 6 :

La Santa Muerte es una figura de culto religioso de origen popular mexicano, al respecto ver Claudia Reyes (2011) “Historia y actualidad del culto a la Santa Muerte”.

En contraste con estas experiencias, Esmeralda, que ingresó por necesidad de control familiar, fue la joven que mostró más resistencia a las actividades católicas. Sus creencias religiosas se inclinan a la devoción a la Santa Muerte,6 por lo que califica como “ignorancia” la práctica católica en el internamiento. Ha rechazado realizar las actividades católicas que tiene que hacer, “por respeto”, a lo que pregunta “qué hay del respeto hacia mí”. En este sentido, la interiorización de la religión católica se muestra como imposición, tanto por el espacio como por los esquemas de pensamiento en los que las jóvenes se encuentran, y a los que tienen que adaptarse para estar en la institución, de lo contrario son sancionadas:

“También Marcela cuando salimos a hacer una reverencia y yo jamás la hago, jamás la hago y me acuerdo cuando regreso ‘ponte a hacer la reverencia’, y yo “no lo voy a hacer’, y ella ‘ponte ahora’, y yo “no lo voy a hacer’. Y agarra y me dice en el departamento ‘es que no es por ti, es por el respeto por la demás gente’ y le dije ‘¿y qué?, pero no hay respeto a mí’ y le dije que ‘yo no voy a hacer una reverencia que yo no quiero’, y me dice ‘hazla, aunque no la sientas’, ‘no la voy a hacer, aunque la sienta, y no la voy a hacer, y no la voy a hacer, no me obligues y prefiero quedarme un fin de semana y mes, si quiere”. (Esmeralda, 17 años, CDMX)

Esmeralda señala que quienes creen en Dios recurren a él cuando tienen problemas, sin embargo, para ella las personas son las encargadas de solucionarlos:

“O sea ese güey no existe, sí, no va a bajar y te va solucionar el problema, tú lo tienes que hacer, si tú tienes un problema, él no va a bajar y te lo va a solucionar, tú lo tienes que solucionar con tus propias herramientas” (Esmeralda, 17 años, CDMX).

Aunque Esmeralda muestra resistencias en este campo, es la joven que ha interiorizado muchas de las frases que usan las religiosas para su formación: “una puerta siempre abierta” o “las jóvenes son unas perlas”. Al respecto, ella se considera una perla que están puliendo las religiosas. Esto se debe a la relación cercana que ha establecido con la Sor que está a cargo de su formación. Si bien, ella rechaza la ritualidad, la relación con la religiosa que administra la Casa Hogar, ha creado lazos de lealtad que le permiten el cambio. Estos lazos también son recursos para lograr que las jóvenes transiten hacía la “dignidad de la mujer”, aunque para Esmeralda el significado va más allá del discurso católico:

“Sor Perla sigue teniendo esperanza por mí, en ninguna no la pierde y sin embargo mi familia ya la ha perdido y es lo que le agradezco mucho a Sor Perla la confianza y te juro que si me da la beca jamás la voy a volver a traicionar porque digo, ¿por qué Sor Perla me sigue dando confianza y ellos no? y a ella la traicioné y mi familia no me la está dando y ella sí me la están dando. Pero Sor Perla es la que me está dando las herramientas y me está, y me está abriendo puertas en la vida y la estoy traicionando. Y si me dan la beca sino pues a ver qué hago sino, pues no traicionarla y sin embargo ser el ejemplo para todas y para mí” (Esmeralda, 17 años, CDMX).

En suma, las prácticas católicas permean la vida cotidiana de las jóvenes durante el internamiento en el que se juegan diferentes elementos para la normalización de género de orientados a un modelo de “mujer digna”. Sumado a ello, durante el internamiento existen diversas prácticas para encauzar sus comportamientos y sus personas cuyo depósito son los cuerpos.

Así, las experiencias de las jóvenes evidencian resistencias cotidianas que van desde el rechazo de la norma, hasta formas concretas de acción en las relaciones de subordinación. Su complejidad radica en que hay ambivalencias, contradicciones e interiorización de preceptos religiosos de la feminidad en las vivencias de estas jóvenes.

Autopercepciones a fututo: re-ajustando el género

En este apartado se mostrarán las autopercepciones que diferentes jóvenes elaboran a partir de su estancia en la Casa Hogar. Éstas se relacionan con los procesos de cambio en los que incorporan ciertos preceptos, normas, valores y creencias sobre el deber ser femenino que se reflejan en el pensar-actuar de las jóvenes. Esto muestra cómo es asumido el modelo de mujer que propone la institución, transmitido en el internamiento.

Las implicaciones del internamiento que supone el tránsito hacía lo considerado ser “mujer digna”, es reflejado es las narraciones que dos jóvenes elaboraron de su experiencia en calidad de internas. El cierre de cursos es un acontecimiento que se celebra al concluir un ciclo escolar. A lo largo de la etnografía realizada se observó que participaron las jóvenes que hasta ese momento habían vivido en la institución, así como otras jóvenes que habían concluido sus estudios de secundaria y abandonaron las instalaciones. Se presentaron en ese evento como parte de la ceremonia y a recoger la documentación que acreditaba el nivel de escolaridad. También, estuvieron presentes la familia de las jóvenes, el personal de la Casa Hogar y personal voluntario, algunos representantes de instituciones donadoras y por supuesto, las jóvenes.

Estos son rituales que se realizan frente a las familias de las jóvenes, por los que hay un reconocimiento colectivo. Durante este evento, dos jóvenes fueron las protagonistas de sus historias: elaboraron una narración donde expresaron sus vivencias en la institución: el proceso que las llevó al cambió.

Para Natalia, que ingresó por necesidad de control familiar, bienestar y seguridad personal, es una joven que después de permanecer seis años en la institución concluyó sus estudios de secundaria y preparatoria. A nombre de la institución, se le entregó un diploma por aprovechamiento escolar valorando su “esfuerzo, dedicación y entusiasmo por haber cumplido una meta”, que se considera, “será una actitud que se manifestará cotidianamente”.

En este sentido, el reconocimiento institucional alude al cumplimiento de expectativas por parte de la joven y se espera que se plasmen en su vida diaria, después de haber vivido en la institución:

“Bueno, tenía 13 años y recuerdo muy bien que era muy traviesa y desalineada y grosera. […] todos ellos (refiriéndose a profesores y religiosas) han visto un cambio en mi persona. Ese cambio se debe a la enorme ayuda que he recibido mientras he estado aquí (aparecen lágrimas en su rostro). Bueno, la maestra Antonia me brindó su confianza y me ayudó a confiar en mis capacidades y me hizo valerme por mí misma. […] Y bueno, todo lo que soy ahora se lo debo a toda esta casa. A los profesores, a los de servicio, bueno no hay alguno que esté por acá, ellos no me querían ver en la cocina. Ya se imaginarán que tan tremenda era. Y bueno, pasó el tiempo, fui madurando, dejé de hacer cosas que no eran buenas para mi persona y por eso agradezco estar aquí. Gracias a los profesores que me han ayudado como meta a terminar mi secundaria […] Y terminé la secundaria, terminé la preparatoria con la hermana. Que puedo decir de Sor [religiosa], ella es una mujer increíble. Y bueno, cuando inicié el curso no me llevaba tan bien con ella y teníamos muchísimas diferencias. Tanto así de que yo dormía en un dormitorio diferente al de las niñas de secundaria y ella me hizo ver que es importante convivir con ellas. Porque inicio una nueva etapa, pero necesito aprender de todas ustedes (hablándole a sus compañeras). Al estar en el dormitorio comienzo a descubrir a esas mujeres solidarias. Sor me ayudó a ser tolerante con todas ustedes, me ayudó a ser responsable, me hizo confiar en mí misma y en su momento y ahora nos llevamos muy bien y confío plenamente en ella (respira mientras trata de controlar el llanto). […] Y bueno, gracias Sor por ayudarme a ser una mujer que se tiene capaz de luchar por sus sueños, gracias por sus consejos, por su tiempo y por todo lo demás que soy. La quiero muchísimo y siempre voy a estar en deuda con usted. Muchas gracias (aplausos).
[…] Gracias a todos los que ya han estado y fundamentaron muchas cosas de mi persona y en mi vida espiritual. Casa hogar es mi familia, me ayudó a salir adelante como desde que tenía 13 años, hoy tengo 19. Y me da orgullo decir que aquí fue donde me realicé como mujer y como ser humano. Ustedes perdonen, hoy me voy llena de orgullo” (discurso de Natalia durante el evento de cierre de cursos, 29.06.2015).

Lograr ser “mujer digna” implica haber vivido un proceso de transformación de conciencia y de prácticas; quienes logran alcanzar la dignidad son mujeres cuyo etiquetamiento social previo pasó de lo “invivible” a aquellas zonas donde son reconocidas como sujetos. Es decir, mujeres que salieron del estigma. Se identifican con sus compañeras porque vivieron un proceso de internamiento, pero una vez alcanzado este modelo de mujer, hay una clara división entre las jóvenes que siguen internas y ellas, división entre el estigma y la dignidad que no solo incluye al género sino también a la clase social.

Siguiendo a Angela McRobbie (2004) que habla de la individualización de las mujeres –aludiendo a los modelos de mujer que se recrean en sociedades modernas-

“La individualización de las mujeres es un proceso social que produce nuevas divisiones a través del desprecio de las clases más bajas o más pobres y de las mujeres en desventaja, mediante la violencia simbólica” (McRobbie, 2004: 101).

Las jóvenes que alcanzan “la dignidad” se diferencian así de sus anteriores compañeras y de su propio pasado, deben suavizar (con frases como “ustedes disculpen”) la nueva división que las aleja del pasado abyecto. Alcanzar ese estatus que ahora tienen podría provocar “envidias” (como evoca en el testimonio) porque son pocas las jóvenes que concluyen el proceso. En la frase “ustedes perdonen, me voy llena de orgullo”, cabe señalar que el orgullo es un sentimiento que alude al reconocimiento personal, pero se opone al valor de la humildad que caracteriza el modelo de mujer digna al servicio de los demás. Entonces, hay tensiones entre el reconocimiento a sí misma, de la institución y frente a un público que es testigo de su cambio.

De esta manera, en la narración que elabora Natalia de sí misma, es posible identificar aquellas zonas “invivibles” de su primera juventud: ser “traviesa”, “desalineada” “grosera”. Después de seis años de estar en la Casa Hogar, ha tenido logros personales en los cuales el apoyo institucional, la formación religiosa y el significado que Natalia elaboró sobre la confianza, la solidaridad y otros valores, la hicieron “valerse por sí misma”. Su experiencia está configurada por un proceso de cambio que comenzó desde que ingresó a la institución cuyos elementos son: la confianza en sus capacidades para valerse por sí misma, ser responsable y ser una mujer capaz de luchar por sus sueños. Estos son una serie de recursos ideológicos que dan afirmación, seguridad y permiten la posibilidad de cambio. En suma, Natalia sintetizó emocional y simbólicamente los recursos obtenidos en la casa hogar, que contrastan con su anterior forma de vida. Esto le permitió sentir, pensar y actuar de manera que se ha adecuado al modelo de mujer propuesto por la institución.

Para otras jóvenes, el proceso de cambio representa concluir sus estudios de nivel básico –primaria y secundaria- y optar por retirarse de la institución una vez alcanzado este objetivo.

En el mismo evento de cierre de cursos, Ana dio un discurso de su experiencia en la institución. Su ingreso a la Casa Hogar fue significado como un castigo; sin embargo, hubo un proceso de resignificación del encierro, que pasó a ser considerado como una bendición de Dios que le permitió cambiar. Sumado a ello, recupera las experiencias como la alegría y la confianza que, al igual que Natalia, le permitieron tener confianza en sí misma y elaborar proyectos a futuro para que se consideré una mujer exitosa personal, profesional y emocionalmente:

“Mi nombre es Ana. Tengo 15 años. Hoy me atrevo a compartirles una vivencia mía. Recién que llegué no quería estar aquí, para mí todo era un castigo (se le entrecortó la voz) me ponía a llorar siempre […] Hoy en mi corazón recuerdo que poco a poco esa tristeza, ese rencor se fue transformando en una alegría que hoy me caracteriza. Así pude aprender, mejor dicho entender que a mi persona no se cometió un castigo sino una bendición, al descubrir a todas mis amigas, enseñanzas y vivencias positivas que poco a poco han ido formando parte de la persona que hoy soy. Al principio no creía en mis capacidades, pero con el voto de confianza y amor que me brindaron cada una de las hermanas que hoy nos acompañan pude darme cuenta de lo valiosa que soy y la gran mujer de éxito que en un futuro seré. Hoy tengo proyectos de vida profesional y emocionalmente y esto puedo decirlo con toda certeza que es el resultado de mi estancia en esta institución […]
Recuerden que siempre recordaré que La Casa Hogar Santísima Trinidad tienen una puerta siempre abierta para todas nosotras” (discurso de Ana durante el evento de cierre de cursos, 29.06.2015).

Las experiencias de ambas jóvenes que lograron un cambio en sus personas coinciden en algunos elementos: la confianza en sus capacidades, el tiempo que han permanecido en la institución y la valoración como mujeres de éxito. Ambas jóvenes, trascendieron los contextos sociales de donde provenían e incorporaron una serie de valores, normas y preceptos de género que hace que se consideren como mujeres valiosas, exitosas, realizadas, que concluyen un proceso después de haber permanecido como internas. Esto establece diferencias en sus historias de vida: de ser mujer estigmatizada a ser mujer digna.

Reflexiones finales

En este escrito se pretendió dar cuenta de la diversidad de experiencias de internamiento un grupo de mujeres jóvenes que viven en La Casa Hogar de la Santísima Trinidad I.A.P., cuya misión es brindar formación integral a las adolescentes en riesgo social para redescubrir y valorar su dignidad de mujeres. Asimismo, se mostraron los alcances de los procesos de ajustes de género orientados al modelo de mujer que propone la institución. Implican un etiquetamiento previo y técnicas específicas de disciplinamiento, orientadas a alcanzar la misión de la congregación trinitaria.

De esta manera, las experiencias de internamiento de las jóvenes durante la transición hacia lo considerado ser “mujer digna”, fue analizado como un proceso compuesto de diferentes elementos denominado trayectoria de internamiento donde se destacó el disciplinamiento en sus cuerpos y la ritualidad católica como elementos fundamentales de la conversión de las actoras.

Así, el reajuste de género consiste en el tránsito que las jóvenes viven para alcanzar el modelo de mujer que propone la institución: ser mujer digna implica tener que estudiar, aspirar a una clase media y tener “virtudes” asociados a la feminidad tradicional. Por ello, las experiencias de internamiento para algunas jóvenes fueron significadas como un castigo por trasgredir las normas sociales, de género y de edad; por sus acciones fueron sancionadas confinándolas en un espacio para que reflexionen sobre sus prácticas.

Entonces, ellas ingresaron para modificar una serie de comportamientos en los hábitos cotidianos, la educación y la espiritualidad, mediante una serie de rituales católicos. Destaca que hay respuestas de resistencia y de rechazo que, paulatinamente, van disminuyendo por el disciplinamiento institucional pero también por el ejercicio de su propia agencia.

Para el caso de las jóvenes que ingresaron buscando seguridad y bienestar personal, las respuestas a diferentes situaciones que experimentaron en la Casa Hogar eran de asimilación y aceptación por estar en la institución. Incluso, ellas interiorizaron el discurso con mayor rapidez, convirtiéndose en una especie de inspectoras que, de manera individual, evaluaban el cumplimiento de las actividades de sus compañeras. Estas diferenciaciones permiten enfatizar en cómo las trayectorias de vida de las actoras influyen en la forma de experimentar el encierro.

Finalmente, fue posible analizar las implicaciones de los logros del proceso de “dignificación” mediante el análisis de diferentes elementos que ilustraron qué modelo de mujer digna propuesto por la institución. Esto fue mediante las autopercepciones y proyectos a futuro de las jóvenes. Se observaron cambios en las definiciones que realizaron de sí mismas, así como la interiorización de valores morales, que se combinaban con nociones de derechos de las mujeres, entre ellos la educación como una herramienta que les permitirá el desarrollo personal.

El tiempo que las jóvenes están en la institución influye en ellas, sobre todo cuando su estancia es prolongada. El papel del disciplinamiento también fue importante en sus procesos de cambio, principalmente por las resistencias y rechazos que experimentaron. Algunas de ellas, en sus planes a futuro esperaban retomar los recursos que les brindó la institución.

Hay ambivalencias entre preservar rasgos de la feminidad que les permita tener una vida digna y desarrollar su agencia. Las diferentes implicaciones en el universo de experiencias de estas jóvenes son la síntesis de la “dignidad” que se espera alcanzar. Para lograrlo, las jóvenes que viven internadas no han alcanzado plenamente esta dignidad, salvo por algunas prácticas como el “respeto a sí mismas”; ellas continúan en un tránsito.